lunes, 2 de junio de 2014

Las lecciones políticas de la huelga de los trabajadores de la educación.

El balance de lo ocurrido

Mientras escribo este documento, se está iniciando el desmonte de la huelga de los trabajadores de la educación, algunas regiones rechazan el acuerdo, pero parece haber sido aprobado mayoritariamente. Desde el 5 de mayo hasta el 2 de junio, esta huelga  ha conmovido al país.


La solución aceptada mayoritariamente no es una victoria, es una rendición. Como correctamente señalaron los compañeros de la regional 01 de la APSE, el documento aprobado acepta: LEVANTAR LA HUELGA CON LA FIRMA DEL ACUERDO, RENUNCIANDO A LA EXIGENCIA DEL PAGO COMPLETO DEL SALARIO COMO CONDICIÓN PARA DEPONER EL MOVIMIENTO. Regresaríamos  a las aulas con una promesa de arreglo a futuro, confiados en un gobierno que nos han mentido reiteradamente y se ha demostrado incapaz de resolver definitivamente el problema”. (El resaltado en mayúsculas son mías).

Para poder efectuar la rendición de este vigoroso movimiento de lucha, fue necesario el empeño de todo el régimen político costarricense, la coordinación de todas las instituciones reaccionarias del viejo orden y desatar una verdadera “cruzada nacional” para derrotar la huelga.

Esta cruzada estuvo encabezada por el gobierno de Luis Guillermo Solís y la bancada parlamentaria de Partido Acción Ciudadana y la acompañó como comparsa la Defensoría de los Habitantes, La Nación S.A, Teletica y algunos dirigentes sindicales como Albino Vargas. Finalmente la estocada para la rendición la dio la iglesia católica, en particular el Arzobispo de San José, Monseñor José Rafael Quirós, haciendo de mediador y con el beneplácito de la dirección sindical, terminó de montar el documento con el cual se firmó la rendición.

En estas circunstancias mucho del activismo social y político que siguió y apoyo la huelga se pregunta: ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Ahora que sigue? Y ¿Cómo podemos seguir luchando?

Estas notas escritas al calor del fin de la huelga intentan ser una primera intervención para sacar algunas conclusiones políticas.

La génesis del conflicto y el objetivo estratégico del gobierno de LGS

Todo empezó por el atraso en los pagos, producto de la implementación de un nuevo programa de software llamado Integra2. El programa es particularmente eficiente para hacer deducciones, pero se ha mostrado ineficaz para pagar puntual y adecuadamente.

La aplicación de este programa tuvo la oposición de las organizaciones sindicales y aún así fue implementado “a sangre y fuego” por la administración de Leonardo Garnier, desoyendo recomendaciones técnicas que anunciaban la inmadurez de la aplicación. El costo del programa fue de 1 millón 200 mil dólares y el resultado cerca de 3 mil trabajadores que no reciben salario y cerca de 13 mil 500 que recibieron su salario incompleto. Fue por estas afectaciones que la huelga fue declarada como indefinida.

Para nosotros es evidente que la saña con la que el gobierno de Luis Guillermo Solís y su Ministra Sonia Marta Mora ha arremetido contra la huelga, se debe a que el gobierno está dispuesto a defender lo actuado por el viejo gobierno y especialmente la decisión del Ministro Leonardo Garnier en la implementación de Integra2, pues este programa es la plataforma “técnica” que luego permitirá la implementación del salario único. El diputado gobiernista Ottón Solís Fallas ha anunciado ya el interés del gobierno en aplicar el salario único cuyo objetivo sería que “no exista excesos por parte de los nuevos empleados del sector público”.

Primera  lección: la concertación y la fuerza de las bases sindicales

El gobierno de Luis Guillermo Solís surgió cabalgando las ilusiones de millones de personas que esperaban que votando por el Partido Acción Ciudadana, que con las promesas de “un gobierno de cambio” y “una nueva forma de hacer política” se acabaría la corrupción y la odiada política neoliberal que implementaron por 30 años las administraciones del PLN y el PUSC.

El gabinete de LGS contiene prominentes figuras del PLN, del socialcristianismo y del mundo empresarial, y uno de sus ejes políticos es la “concertación nacional” y el “diálogo social”. El objetivo de esta política es detener el ascenso de las luchas sociales y democráticas, para esto necesitaba de la inestimable colaboración de las direcciones del movimiento social y popular. Así las contrarreformas y ataques a las condiciones de vida del pueblo trabajador, que no pudo implementar el gobierno de Laura Chinchilla, serían aprobadas vía concertación entre el gobierno y la mayoría de las direcciones sindicales y populares.

Luego del triunfo del gobierno de LGS se instaló una especie de “tregua” entre el movimiento social y el gobierno, la mayoría de las direcciones sindicales y populares llamaron a confiar en el nuevo gobierno.

Solo para señalar un ejemplo, el  1 de mayo durante la tradicional marcha, mientras Héctor Monestel, del Partido de los Trabajadores señalaba que señalaba que “El PAC no va a derogar tratados de libre comercio, va a seguir pagándole la deuda puntualmente a los banqueros del imperialismo, no le va a poner impuestos a las zonas francas ni al gran capital y está amenazando a los trabajadores con quitarle derechos” (Crhoy. 1/05/2014. Monestel asegura que el pueblo no debe confiar en gobierno de Luis Guillermo Solís).

Por su parte, José María Villalta del Frente Amplio daba el tono con el que enfrentaban el problema la mayoría de direcciones sindicales y populares: Yo creo que hay que esperar, yo creo que al nuevo gobierno hay que darle el beneficio de la duda. Ni siquiera ha tomado posesión, todavía no se sabe cómo le van a dejar los ministerios el Estado es previsible que le dejen las arcas vacías y un gran desorden” (Crhoy. 1/05/2014. Monestel asegura que el pueblo no debe confiar en gobierno de Luis Guillermo Solís). Albino Vargas, de  la ANEP, comparaba  a LGS con la selección nacional: “todos deseamos que le vaya bien”, decía en televisión nacional durante el traspaso de poderes, el sempiterno Secretario General.  El apoyo de Marcos Castillo del Movimiento Diversidad al gobierno es notorio y notable.
  
En medio de este ambiente vaporoso, opiáceo, en medio de la borrachera y las ilusiones en el “cambio” de Luis Guillermo Solís, irrumpió desde abajo, como una fuerza que impone su realidad la huelga de los trabajadores de la educación.

En sí misma, la huelga muestra por un lado la creciente fuerza del sindicalismo en nuestro país, según los informes del Estado de la Nación del 2002 al 2012, el sindicalismo pasó de 282 sindicatos con 155 mil 906 afiliados,  a tener 262 organizaciones  con 201 mil 910 afiliados.

Si bien es poco en relación con los 2,1 millones de trabajadores, es muy significativo para los 295 mil empleados públicos, donde el sindicalismo concentra su fuerza y su militancia. Si el sindicalismo no es más fuerte en nuestro país, es por la tremenda persecución del sindicalismo en la empresa privada y porque las fuerzas mayoritarias de la izquierda y del movimiento sindical, no han tomado como prioridad estratégica la lucha por la construcción de sindicatos en la empresa privada.

El hecho es que con malas direcciones sindicales y políticas, la fuerza de los trabajadores se ha impuesto desde abajo en múltiples ocasiones, por ejemplo en esta huelga, la cual fue iniciada producto de una fuerte precisión de las bases que desde finales de abril iniciaron movilizaciones espontáneas de protesta y finalmente el 5 de mayo impusieron a sus propias direcciones, la huelga indefinida.

También han mostrado su fuerza evitando la imposición de acuerdos espurios entre la dirección sindical y el gobierno, el pasado 28 de mayo, en una verdadera rebelión desde las bases, se rechazó el acuerdo que habían producido las direcciones sindicales y el gobierno, evitando así el desmonte de la huelga.  La cruzada nacional para derrotar la huelga tenía como objetivo fundamental derrotar esta capacidad de decisión y autodeterminación de las bases de los trabajadores

Segunda lección: cambió el gobierno, no las razones para luchar. El continuismo neoliberal

La huelga ha ayudado a mostrar con claridad la continuidad de los proyectos neoliberales estratégicos bajo la administración de LGS y esto ya es una lección para la vanguardia sindical.
 
Lejos de cumplir con la promesa de luchar contra la corrupción, la actitud de Sonia Marta Mora no fue de atacar y señalar a la vieja administración, sino de defender lo actuado por Garnier. El gobierno del PAC ha mostrado su interés por defender el negocio corrupto alrededor de Integra2. Uno de los puntos más malos de la rendición de la huelga, es justamente que no se exige la auditoría externa de este programa.

Mientras el gobierno de Luis Guillermo Solís se mostró incapaz de resolver el problema de los salarios docentes, resolvió con velocidad de rayo las peticiones de transnacionales como GNC.

También fueron claras las provocaciones y el matonismo del gobierno tanto con el llamado a regresar a trabajar por “patriotismo” como por las sistemáticas amenazas de sanciones contra los docentes.

Que se mostrara con tanta claridad y de entrada el verdadero rostro del gobierno de LGS, facilitará que el resto del pueblo vaya haciendo la experiencia con el gobierno, cuando profundice la entrega, el saqueo y la explotación del país.

Tercera lección: la democracia sindical

Uno de los aspectos que más combatió tanto el gobierno como la mayoría de los dirigentes sindicales fue la democracia sindical, es decir la posibilidad que las bases de los trabajadores decidieran el futuro de la huelga y tomaran en sus propias manos la conducción de la huelga y la lucha.

Es un dato muy importante que tanto el Ministro de Trabajo Víctor Morales, como dirigentes sindicales como Albino Vargas  de la ANEP, Gilbert Díaz del SEC y Gilberto Cascante de la ANDE tuvieron como eje de sus intervenciones la lucha contra la democracia sindical.

Morales, en su conferencia de prensa junto a Sonia Marta Mora el 28 de mayo, después del rechazo masivo del primer acuerdo Gobierno-Sindicatos, señaló que el problema de la negociación es que los sindicatos querían “ponerlo todo a referéndum”. Albino Vargas en televisión nacional comentaba que “quien no puede controlar a sus bases no deberían ser dirigente sindical”.

Ya en el año 2013, durante la huelga de los EBAIS del Este de la ciudad, otro supuesto progresista, el rector de la Universidad de Costa Rica, Henning Jensen, había pedido como requisito negociar con el SINDEU que se le otorgará a la Secretaría General amplios poderes (…)que le permitan suscribir acuerdos firmes, definitivos y de cumplimiento inmediato. Lo anterior, porque la semana pasada ya se había llegado a un acuerdo (…) el cual fue desconocido posteriormente por esa asamblea” (La negrita es mía).

Después de la rebelión del 28 de mayo contra el primer acuerdo Gobierno-Sindicatos, tanto Gilberto Cascante, como Gilbert Díaz, tuvieron como primer reflejo pedirle disculpas a la Ministra de Educación porque las bases habían rechazado el acuerdo.

Como se ve, ministros, rectores y dirigentes sindicales, todos son enemigos de la democracia sindical.

Quisiéramos detenernos en este punto. En primer término podemos ver que la oposición a la democracia sindical tiene en su centro argumentos autoritarios y tecnocráticos: los dirigentes son los que tiene la última palabra y sus representados no tienen porque opinar sobre las decisiones.

Pero el punto político más importante por el cual se combate la democracia sindical,  es que la primera valla de contención que tiene el régimen democrático- burgués, es justamente la burocracia sindical. Si la crisis política y la lucha de clases no se han desarrollado más en el país, es justamente porque existe una capa de dirigentes que se han separado de las bases y que sobre la base de un variopinto grupo de privilegios sociales ha servido para contener y desviar la lucha de las y los trabajadores. Eso explica porque en general la vida interna de los sindicatos es particularmente antidemocrática y porque ministros, sindicalistas, curas y rectores combaten la capacidad de autodeterminación de las y los trabajadores.         

Cuarta lección: la necesidad de un partido de la clase obrera

Uno de los fantasmas que recorrió la huelga fue el de la “infiltración”, el de los “intereses ocultos” que estaban detrás de la huelga. Este argumento fue particularmente desarrollado por los corifeos del Partido Acción Ciudadana. Para ellos la huelga de los trabajadores era o bien una conspiración del PLN, que fue la tesis defendida por la Diputada Nidia Jiménez  o bien “infiltración de la extrema izquierda”, que fue la tesis sugerida por revistas como Informa-tico.

El hecho es que ni la huelga contra el gobierno “progresista”, ni la rebelión anti burocrática fue una conspiración, nació vía y espontáneamente de una base de las y los trabajadores que están haciendo una rica experiencia política de lucha contra el gobierno y contra las direcciones tradicionales del movimiento sindical.

Lo que sí es cierto, es que fuerzas políticas como el Partido de los Trabajadores, la única fuerza política que no aceptó “la tregua” con el gobierno de Luis Guillermo Solís, se jugó con todas sus energías y recursos a que esta huelga saliera triunfante, justamente porque el triunfo de esta huelga debilitaría la posibilidad que el gobierno de LGS avanzara en sus planes antiobreros y antipopulares.


Si queremos que la situación sin salida a la que llegó la huelga docente no se repita, sí queremos una nueva dirección del movimiento sindical, para que este se desarrolle entre las y los trabajadores públicos y privados. Es necesario construir a nivel nacional una corriente que permita agrupar a quienes están por construir un sindicalismo combativo, democrático e independiente realmente de los patronos y sus agentes. En esta tarea estamos empeñados en el Partido de los Trabajadores y la impulsamos desde los distintos espacios sindicales en los que militamos.

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