domingo, 7 de diciembre de 2014

Reflexiones sobre la revolución mexicana



En el centenario del 4 de diciembre 1914, de la entrada de Villa y Zapata a la capital mexicana.

Reflexiones sobre la revolución mexicana


El 4 de diciembre se cumplen 100 años del ingreso de los ejércitos campesinos de Villa y Zapata a la capital mexicana, este hecho fue el punto más alto de la revolución mexicana (1910-1920), que junto con la cubana y la nicaragüense es una de las grandes revoluciones de nuestro continente.

Con estas notas nuestro objetivo es hacer un aporte para intentar comprender los alcances teóricos y políticos de está que fue una de las grandes revoluciones de América Latina.

¿En qué tipo de sociedad se produjo la revolución mexicana?

La revolución mexicana surge de la crisis de dominio en el régimen constituido alrededor del presidente vitalicio Porfirio Díaz y su equipo de “científicos positivos”, el cual no logró, sino que más bien, exacerbó los conflictos sociales heredados por la Independencia del imperio español.

El núcleo que explica la intensidad y potencia de la revolución mexicana es el problema de la lucha por la tierra y por la renta de la tierra. Pese a que México era una república independiente desde el año 1821, los hechos son que tanto la independencia, como la reforma liberal de Juárez no realizaron una transformación agraria profunda que disolviera las viejas estructuras terratenientes, heredadas de la época colonial; esta postergación era exacerbada por la creciente absorción de los sistemas de propiedad ejidal (1) a manos de las modernas haciendas capitalistas.

Adolfo GIlly hace la siguiente caracterización del proceso socio histórico de formación de la sociedad y el capitalismo mexicano: “El verdadero tesoro que los conquistadores españoles encontraron en lo que luego sería el territorio mexicano fue (…) la fuerza de trabajo educada y disciplinada en las sociedades despótico tributarias prehispánicas” (2004,32) (…)  “La conquista española, es decir, la forma de integración de estos territorios al naciente mercado mundial capitalista del siglo XVI, no suprimió las relaciones sociales [del modo de producción despótico-tributario] ( y, por ende, sus formas de extracción del plusproducto mediante tributo) sino solamente sus cumbres” (69) (…) de esta forma: “la hacienda vino a introducir el engranaje intermedio indispensable para evitar que la veloz rueda dentada de hierro constituida por la minería, las exigencias del mercado mundial capitalista en formación y la constitución de una rica clase dominante en las ciudades coloniales, continuara destruyendo los dientes de la rudimentaria y lenta rueda de madera de la comunidad indígena” (35).

Así en el México pre revolucionario, el eje de las relaciones sociales de producción y de explotación eran las haciendas capitalistas, esta es la presentación que de las haciendas hace Gilly: “La hacienda tiene mano de obra fija-peones, sirvientes, incluso artesanos como herreros, carpinteros, albañiles y hasta obrajes textiles- y al mismo tiempo absorbe y repele, según ritmos estacionales de trabajo, a la mano de obra proveniente de las comunidades indígenas. Esta fuerza de trabajo continua reproduciéndose sobre todo en el ámbito de la comunidad, su plusproducto se succiona a través de la hacienda” (35). 

Marx, quien en sus estudios sobre la formación del capitalismo y del mercado mundial había prestado atención a las características convulsivas de la formación del capitalismo en la periferia colonial, hace otro señalamiento clave, si las haciendas son el eje de las relaciones sociales de producción, las relaciones de explotación esta marcadas por una combinación de súper explotación y formas no salariales de extracción de los productos del trabajo, señala Marx: “En algunos países, sobre todo en México la esclavitud aparece disfrazada bajo la forma del peonaje. Mediante anticipos que han de rescatarse trabajando y que también se transmiten de generación en generación, el peón, y no solo él sino toda su familia, pasa a ser de hecho, propiedad de otras personas y de sus familias” (1986,122).

A partir de estos análisis podríamos señalar que el fundamento socio-histórico de la práctica y el pensamiento de la revolución mexicana (el zapatismo y el villismo) es la reacción contra el abierto desprecio por la vida de los trabajadores, los peones y los pueblos que sostuvo por siglos la institución hacendaria y el poder dictatorial del Estado mexicano, Estado que era a la vez su agente de clase y reproductor de las hacendados capitalistas.

Dicho esto podemos concluir que la amplitud del prestigio y poder inmenso que llegan a conquistar los caudillos de la revolución agraria Villa y Zapata reposa sobre “el furor largamente reprimido por 12 millones de almas contra 840 latifundistas” (Ramos, 1968,388), esto también explica por qué en la narraciones de la revolución mexicana, el proceso revolucionario no aparece como un asalto al poder central, sino como una sucesiva toma y expropiación de haciendas.

El zapatismo y el Plan de Ayala.

No queremos hacer un análisis pormenorizado de la revolución mexicana, no tenemos capacidad de analizar aquí este interesantísimo proceso revolucionario, deseamos señalar el que se interpreta como el principal jalón teórico-político de la revolución mexicana y el zapatismo.

No sólo es evidente como señala Ramos que: “el verdadero protagonista de la revolución mexicana es el campesinado mestizo en armas, que ocupa toda la escena histórica y despliega por primera vez en el siglo XX sus inmensas reservas de heroísmo. Con la revolución mexicana aparece la democracia política en México, se desenvuelve una gran literatura y surge una gran pintura muralista que hunde sus raíces en el pasado indígena del país” (1968,392) o más agudamente como señala Gilly, la revolución mexicana sella: “la hazaña histórica de los campesinos mexicanos que, aun sin saberlo, era en ese mes de diciembre de 1914 la punta más alta de la revolución en todo el mundo, cuando asumiendo la representación de las masas de todo el país, se hicieron dueños de la ciudad de México. Y con ingenuidad, pero también con resolución, trataron de sacar adelante la tarea que la historia y su propio coraje habían colocado sobre sus hombros” (citado en Lowy, 1980, 410).

En el centro del pensamiento revolucionario que nos hereda el zapatismo, está lo que los sectores populares mexicanos comprendieron, señala Emiliano Zapata: “El capitalista, el soldado y el gobernante habían vivido tranquilos, sin ser molestados, ni en sus privilegios ni en sus propiedades, a costa del sacrificio de un pueblo esclavo y analfabeta, sin patrimonio y sin porvenir, que estaba condenado a trabajar sin descanso y a morirse de hambre y agotamiento, puesto que, gastando todas sus energías en producir tesoros incalculables, no le era dado contar ni con lo indispensable siquiera para satisfacer sus necesidades más perentorias.” (Zapata, 1986, 45), de comprender esta irritación, surge una espectacular acción histórica independiente, que sirve de testimonio al conjunto de los sectores populares latinoamericanos.

La síntesis política de esta acción histórica independiente se encuentra condensada en el Plan de Ayala, como el mismo Zapata señala: “Semejante organización económica, tal sistema administrativo que venía a ser un asesinato en masa para el pueblo, un suicidio colectivo para la nación y un insulto, una vergüenza para los hombres honrados y conscientes, no pudieron prolongarse por más tiempo y surgió la revolución, engendrada, como todo movimiento de las colectividades, por la necesidad. Aquí tuvo su origen el Plan de Ayala” (Gilly, 2004, 47).

La clave que diferencia el Plan de Ayala, de cualquier otro de los múltiples planes revolucionarios, que aparecieron en el México insurgente es el punto 6, en el cual se señala: “hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la tiranía y de la justicia venal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes de esas propiedades, de las cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo á todo trance, con las armas en la mano la mencionada posesión, y los usurpadores que se consideren con derechos á ellos, lo deducirán ante tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución.” (Gilly, 2004, 97).

Es importante indicar que la clave para entender el significado revolucionario del Plan de Ayala, es el sentido de la frase “desde luego”, la cual en el marco de la práctica de la revolución mexicana significa que la posesión de la propiedad de la tierra la ejecutaran los pueblos ejercitando su propio poder revolucionario.

“Todos los demás planes prometen que al triunfo de la revolución se dictaran tales y cuales leyes para distribuir las tierras de tal o cual manera. (…) Por el contrario el plan zapatista llama a tomar las tierras desde luego, inmediatamente, armas en mano, y establece que serán  los terratenientes quienes tendrán que acudir a tribunales revolucionarios, pues se presume la posesión legítima por los campesinos (…) es decir, [pone] patas arriba el régimen jurídico burgués y establece un sistema revolucionario de leyes y tribunales. (…) esa posesión será defendida con las armas, lo cual supone que el régimen revolucionario se establecerá sobre el principio del pueblo en armas (…) en el principio de la organización militar en forma de milicias territoriales ligadas a la producción y sin necesidad de cuarteles, ejército profesional” (Gilly, 2004, 100).      

En Morelos, cuna y base social del Ejército Libertador del Sur, durante el periodo que los sectores populares realizaron con sus propios métodos el Plan de Ayala, surge la primera “Comuna” (2) de la historia latinoamericana, el primer amago de gobierno obrero y campesino, como señala Adolfo Gilly: “Los campesinos de Morelos aplicaron en su estado lo que ellos entendían por el Plan de Ayala. Al aplicarlo, le dieron su verdadera contenido: liquidar revolucionariamente los latifundios. Pero como los latifundios y sus centros económicos los ingenios azucareros, eran la forma de existencia del capitalismo en Morelos, liquidaron los centros fundamentales del capitalismo de la región. Aplicaron la vieja concepción campesina precapitalista y comunitaria, pero al traducirla sus dirigentes en leyes en la segunda década del siglo XX, ella tomó una forma anticapitalista” (citado por Lowy, 1980, 414).

La combinación de un plan/programa como el que redactaron Zapata y Montaño en la Villa de Ayala, el cual logró unificar programáticamente a los trabajadores agrícolas de los ingenios, a los peones de hacienda (acasillados, temporales, “indios vagos” y “arrendatarios”),  y a los campesinos de los pueblos libres (Gilly, 2004,38), generando un ejército revolucionario; los métodos revolucionarios, de acción directa que el Ejército Libertador del Sur utilizó en la liquidación de las haciendas y los latifundios capitalistas  y; la estructura comunera de Morelos, cuya flexible legalidad y auténtica legitimidad colocaban como principio jurídico la iniciativa revolucionaria y la “intuición” plebeya de los sectores populares en su proceso de lucha revolucionaria, son a nuestro entender los principales jalones teórico-políticos de la revolución mexicana.      

Sobre la unidad de la revolución mundial y la revolución mexicana.

El 4 agosto de 1914, ocurrió un suceso epocal, Zapata y Villa poco reflexionaron sobre ello,  se inició la primera guerra mundial y esto significó una verdadera crisis civilizatoria, no solo para el pensamiento burgués y socialdemócrata que esperaban solo cambios progresivos y controlados en el desarrollo social, sino en el marco del pensamiento de los mismos revolucionarios, la traición de los partidos de la segunda internacional fue un trauma y un cisma.

Es conocido que la primera impresión que tuvo Lenin al ver la edición de Vorwarts, el diario de los socialdemócratas alemanes, apoyando patrióticamente la guerra, fue de negación, pensó que era una falsificación de la policía secreta rusa.

En los meses que siguieron a agosto de 1914, las declaraciones de los que habían resistido al social patriotismo (los bolcheviques rusos, los socialdemócratas balcánicos, los futuros espartaquistas) expresaban una gran entereza principista, pero todos se sabían aislados, algo profundo se había quebrado. La traición de la socialdemocracia internacional hizo que se derrumbara toda la institucionalidad construida por las organizaciones obreras europeas en 25 años de lucha, por eso son “bancarrota” o “cadáver maloliente” las expresiones que usan Lenin y Luxemburgo (3) para referirse a la socialdemocracia.

Ese momento dramático de aislamiento de los revolucionarios marxistas, fue superado por una comprensión general de la dinámica de la revolución mundial, todo el desarrollo de la teoría leninista de la crisis revolucionaria, apuntaba al hecho que de la catástrofe de la guerra europea surgirían las posibilidades revolucionarias, ese armado estratégico y la lucha implacable de Lenin y los internacionalistas labró el futuro triunfo de la revolución socialista de Octubre.

Esa mirada y claridad estratégica de Lenin, Trotsky, Luxemburgo y Rakovski (4) son sin duda impresionantes, pero también está claro ellos son parte una vigorosa tradición cultural y política que construyó el marxismo europeo, ni Villa, ni Zapata tenía esa tradición cuando intentaron su propia versión campesina del “asalto a los cielos”.

Ahora, una de las cosas más impresionantes de la obra de Emiliano Zapata, es que sin ser parte de la vigorosa cultura europea, sin ser educado en la tradición marxista llega en 1918 a una conclusión que asombra por su claridad estratégica, esta conclusión es la unidad que intereses  entre la revolución mexicana campesina, democrática, antiimperialista y la revolución socialista de Octubre en una carta que el líder de la revolución mexicana escribiera en Tlaltizapán, Morelos, el 14 de febrero de 1918, dice:Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humanidad y la justicia, si todos los pueblos de América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México Revolucionario y la causa de Rusia son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos. [...] Aquí como allá, hay grandes señores, inhumanos, codiciosos y crueles que de padres a hijos han venido explotando hasta la tortura a grandes masas de campesinos. Y aquí como allá los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida, empiezan a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar. [...] No es de extrañar, por lo mismo, que el proletariado mundial aplauda y admire la Revolución Rusa, del mismo modo que otorgará toda su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta Revolución Mexicana, al darse cabal cuenta de sus fines”.


Notas.
(1) En México, el ejido es una propiedad rural de uso colectivo, su origen se remonta al periodo colonial y  aún existente, es de gran importancia en la vida e historia agraria mexicana.

(2) Lenin en un artículo del 9 de Abril de 1917, intitulado “Dualidad de poderes” señalaba como características del Estado tipo Comuna: 1) la fuente de poder no es una ley previamente discutida y promulgada por el parlamento, sino la iniciativa directa del pueblo desde abajo, en sus áreas locales – “toma” directa, para usar la expresión actual; 2) el reemplazo de la policía y el ejército -instituciones divorciadas del pueblo y dispuestas contra el pueblo- por el armamento directo de todo el pueblo; el orden bajo tal poder es mantenido por los obreros y campesinos armados mismos, por el pueblo armado mismo; 3) los funcionarios, la burocracia, son igualmente reemplazados por el gobierno directo del pueblo o al menos ubicados bajo control especial; ellos no sólo serán funcionarios elegidos sino que también serán sujetos a remoción a la primera demanda del pueblo; ellos son reducidos a la posición de simples agentes; de grupo privilegiado con “empleos” remunerados en una alta y burguesa escala, se convertirán en trabajadores de una especial “rama del servicio”, cuyas remuneraciones no excederán el pago ordinario de un obrero competente. Esto, y esto solo, constituye la esencia de la Comuna de París como un tipo especial de Estado.” (1961, 25)

(3) Rosa Luxemburgo (1871-1919): destacada dirigente del movimiento marxista y adversaria del revisionismo y del oportunismo antes de la Primera Guerra Mundial. Encarcelada en 1915, ayudó a fundar la Liga Espartaco y el Partido Comunista Alemán. Ella y Karl Liebknecht fueron asesinados en enero de 1919 por orden de Gustav Noske, ministro de guerra socialdemócrata en el gobierno Ebert-Scheidemann.

(4) Cristian Rakovski (1873-1941): figura dirigente del movimiento revolucionario en los Balcanes antes de la Revolución Rusa. En 1918 fue nombrado presidente del Soviet de Ucrania y posteriormente fue embajador en Londres y en París. Fue uno de les primeros dirigentes de la Oposición de Izquierda rusa; en 1928 se lo deportó a Siberia, donde se enfermó, se lo privó de toda atención médica y quedó aislado. En 1934 abandonó la lucha contra el estalinismo, pero su capitulación no lo salvó. En 1938 fue uno de los principales acusados en el tercer juicio de Moscú, donde lo condenaron a 20 años de prisión.

Bibliografía.
-Gilly, A. (2004) La revolución interrumpida. México: Ediciones Era.
-Ramos, J. (1968) Historia de la Nación Latinoamericana. Buenos Aires. CFE.
-Zapata, E. (1986) Manifiestos. México: Ediciones Antorcha.
-Lowy, M. (1978) El marxismo en América Latina. México: Editorial Era.
-Marx, C. (1972) Materiales para la historia de América Latina. Córdoba: Cuadernos de Pasado y Presente.
-Lenin, V.I. (1961) Obras escogidas en tres tomos. Moscú Progreso.

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