En el centenario del 4 de diciembre 1914, de la entrada de
Villa y Zapata a la capital mexicana.
Reflexiones sobre la revolución
mexicana
El 4 de diciembre se cumplen 100 años del ingreso de los
ejércitos campesinos de Villa y Zapata a la capital mexicana, este hecho fue el
punto más alto de la revolución mexicana (1910-1920), que junto con la cubana y
la nicaragüense es una de las grandes revoluciones de nuestro continente.
Con estas notas nuestro objetivo es hacer un aporte para
intentar comprender los alcances teóricos y políticos de está que fue una de
las grandes revoluciones de América Latina.
¿En qué tipo de sociedad se produjo
la revolución mexicana?
La revolución mexicana surge de la crisis de dominio en el
régimen constituido alrededor del presidente vitalicio Porfirio Díaz y su
equipo de “científicos positivos”, el cual no logró, sino que más bien,
exacerbó los conflictos sociales heredados por la Independencia del imperio
español.
El núcleo que explica la intensidad y potencia de la
revolución mexicana es el problema de la lucha por la tierra y por la renta de
la tierra. Pese a que México era una república independiente desde el año 1821,
los hechos son que tanto la independencia, como la reforma liberal de Juárez no
realizaron una transformación agraria profunda que disolviera las viejas
estructuras terratenientes, heredadas de la época colonial; esta postergación
era exacerbada por la creciente absorción de los sistemas de propiedad ejidal
(1) a manos de las modernas haciendas capitalistas.

Así en el México pre revolucionario, el eje de las relaciones
sociales de producción y de explotación eran las haciendas capitalistas, esta
es la presentación que de las haciendas hace Gilly: “La hacienda tiene mano de obra fija-peones, sirvientes, incluso
artesanos como herreros, carpinteros, albañiles y hasta obrajes textiles- y al
mismo tiempo absorbe y repele, según ritmos estacionales de trabajo, a la mano
de obra proveniente de las comunidades indígenas. Esta fuerza de trabajo
continua reproduciéndose sobre todo en el ámbito de la comunidad, su plusproducto
se succiona a través de la hacienda” (35).
Marx, quien en sus estudios sobre la formación del
capitalismo y del mercado mundial había prestado atención a las características
convulsivas de la formación del capitalismo en la periferia colonial, hace otro
señalamiento clave, si las haciendas son el eje de las relaciones sociales de
producción, las relaciones de explotación esta marcadas por una combinación de
súper explotación y formas no salariales de extracción de los productos del
trabajo, señala Marx: “En algunos países,
sobre todo en México la esclavitud aparece disfrazada bajo la forma del
peonaje. Mediante anticipos que han de rescatarse trabajando y que también se
transmiten de generación en generación, el peón, y no solo él sino toda su
familia, pasa a ser de hecho, propiedad de otras personas y de sus familias” (1986,122).
A partir de estos análisis podríamos señalar que el
fundamento socio-histórico de la práctica y el pensamiento de la revolución
mexicana (el zapatismo y el villismo) es la reacción contra el abierto desprecio por la vida de los
trabajadores, los peones y los pueblos que
sostuvo por siglos la institución hacendaria y el poder dictatorial del Estado
mexicano, Estado que era a la vez su agente de clase y reproductor de las
hacendados capitalistas.
Dicho esto podemos concluir que la amplitud del prestigio y
poder inmenso que llegan a conquistar los caudillos de la revolución agraria
Villa y Zapata reposa sobre “el furor
largamente reprimido por 12 millones de almas contra 840 latifundistas” (Ramos,
1968,388), esto también explica por qué en la narraciones de la revolución
mexicana, el proceso revolucionario no aparece como un asalto al poder central, sino como una sucesiva toma y expropiación de haciendas.
El zapatismo y el Plan de Ayala.
No queremos hacer un análisis pormenorizado de la
revolución mexicana, no tenemos capacidad de analizar aquí este interesantísimo
proceso revolucionario, deseamos señalar el que se interpreta como el principal
jalón teórico-político de la revolución mexicana y el zapatismo.
No sólo es evidente como señala Ramos que: “el verdadero protagonista de la revolución
mexicana es el campesinado mestizo en armas, que ocupa toda la escena histórica
y despliega por primera vez en el siglo XX sus inmensas reservas de heroísmo.
Con la revolución mexicana aparece la democracia política en México, se
desenvuelve una gran literatura y surge una gran pintura muralista que hunde
sus raíces en el pasado indígena del país” (1968,392) o más agudamente como
señala Gilly, la revolución mexicana sella: “la
hazaña histórica de los campesinos mexicanos que, aun sin saberlo, era en ese
mes de diciembre de 1914 la punta más alta de la revolución en todo el mundo,
cuando asumiendo la representación de las masas de todo el país, se hicieron
dueños de la ciudad de México. Y con ingenuidad, pero también con resolución,
trataron de sacar adelante la tarea que la historia y su propio coraje habían
colocado sobre sus hombros” (citado en Lowy, 1980, 410).
En el centro del pensamiento revolucionario que nos hereda
el zapatismo, está lo que los sectores populares mexicanos comprendieron,
señala Emiliano Zapata: “El capitalista,
el soldado y el gobernante habían vivido tranquilos, sin ser molestados, ni en
sus privilegios ni en sus propiedades, a costa del sacrificio de un pueblo
esclavo y analfabeta, sin patrimonio y sin porvenir, que estaba condenado a
trabajar sin descanso y a morirse de hambre y agotamiento, puesto que, gastando
todas sus energías en producir tesoros incalculables, no le era dado contar ni
con lo indispensable siquiera para satisfacer sus necesidades más perentorias.”
(Zapata, 1986, 45), de comprender
esta irritación, surge una espectacular acción histórica independiente, que
sirve de testimonio al conjunto de los sectores populares latinoamericanos.
La síntesis política de esta acción histórica independiente
se encuentra condensada en el Plan de
Ayala, como el mismo Zapata señala:
“Semejante organización económica, tal sistema administrativo que venía a ser
un asesinato en masa para el pueblo, un suicidio colectivo para la nación y un
insulto, una vergüenza para los hombres honrados y conscientes, no pudieron
prolongarse por más tiempo y surgió la revolución, engendrada, como todo
movimiento de las colectividades, por la necesidad. Aquí tuvo su origen el Plan
de Ayala” (Gilly, 2004, 47).
La clave que diferencia el Plan de Ayala, de cualquier otro de los múltiples planes
revolucionarios, que aparecieron en el México insurgente es el punto 6, en el
cual se señala: “hacemos constar: que los
terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o
caciques a la sombra de la tiranía y de la justicia venal entrarán en posesión
de estos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus
títulos correspondientes de esas propiedades, de las cuales han sido despojados
por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo á todo trance, con las armas
en la mano la mencionada posesión, y los usurpadores que se consideren con
derechos á ellos, lo deducirán ante tribunales especiales que se establezcan al
triunfo de la
Revolución.” (Gilly, 2004, 97).
Es importante indicar que la clave para entender el
significado revolucionario del Plan de
Ayala, es el sentido de la frase “desde luego”, la cual en el marco de la
práctica de la revolución mexicana significa que la posesión de la propiedad de
la tierra la ejecutaran los pueblos ejercitando
su propio poder revolucionario.
“Todos los demás planes prometen
que al triunfo de la revolución se dictaran tales y cuales leyes para
distribuir las tierras de tal o cual manera. (…) Por el contrario el plan
zapatista llama a tomar las tierras desde luego, inmediatamente, armas en mano,
y establece que serán los terratenientes
quienes tendrán que acudir a tribunales revolucionarios, pues se presume la
posesión legítima por los campesinos (…) es decir, [pone] patas arriba
el régimen jurídico burgués y establece un sistema revolucionario de leyes y
tribunales. (…) esa posesión será defendida con las armas, lo cual supone que
el régimen revolucionario se establecerá sobre el principio del pueblo en armas
(…) en el principio de la organización militar en forma de milicias
territoriales ligadas a la producción y sin necesidad de cuarteles, ejército
profesional” (Gilly, 2004, 100).
En Morelos, cuna y base social del Ejército Libertador del
Sur, durante el periodo que los sectores
populares realizaron con sus propios métodos el Plan de Ayala, surge la primera “Comuna” (2) de la historia
latinoamericana, el primer amago de gobierno obrero y campesino, como señala
Adolfo Gilly: “Los campesinos de Morelos
aplicaron en su estado lo que ellos entendían por el Plan de Ayala. Al
aplicarlo, le dieron su verdadera contenido: liquidar revolucionariamente los
latifundios. Pero como los latifundios y sus centros económicos los ingenios
azucareros, eran la forma de existencia del capitalismo en Morelos, liquidaron
los centros fundamentales del capitalismo de la región. Aplicaron la vieja
concepción campesina precapitalista y comunitaria, pero al traducirla sus
dirigentes en leyes en la segunda década del siglo XX, ella tomó una forma
anticapitalista” (citado por Lowy, 1980, 414).
La combinación de un plan/programa como el que redactaron
Zapata y Montaño en la Villa
de Ayala, el cual logró unificar programáticamente a los trabajadores agrícolas
de los ingenios, a los peones de hacienda (acasillados, temporales, “indios
vagos” y “arrendatarios”), y a los
campesinos de los pueblos libres (Gilly, 2004,38), generando un ejército
revolucionario; los métodos revolucionarios, de acción directa que el Ejército
Libertador del Sur utilizó en la liquidación de las haciendas y los latifundios
capitalistas y; la estructura comunera
de Morelos, cuya flexible legalidad y auténtica legitimidad colocaban como
principio jurídico la iniciativa revolucionaria y la “intuición” plebeya de los
sectores populares en su proceso de lucha revolucionaria, son a nuestro
entender los principales jalones teórico-políticos de la revolución
mexicana.
Sobre la unidad de la revolución
mundial y la revolución mexicana.
El 4 agosto de 1914, ocurrió un suceso epocal, Zapata y
Villa poco reflexionaron sobre ello, se inició
la primera guerra mundial y esto significó una verdadera crisis civilizatoria,
no solo para el pensamiento burgués y socialdemócrata que esperaban solo
cambios progresivos y controlados en el desarrollo social, sino en el marco del
pensamiento de los mismos revolucionarios, la traición de los partidos de la
segunda internacional fue un trauma y un cisma.
Es conocido que la primera impresión que tuvo Lenin al ver
la edición de Vorwarts, el diario de los socialdemócratas alemanes, apoyando patrióticamente
la guerra, fue de negación, pensó que era una falsificación de la policía
secreta rusa.
En los meses que siguieron a agosto de 1914, las
declaraciones de los que habían resistido al social patriotismo (los
bolcheviques rusos, los socialdemócratas balcánicos, los futuros
espartaquistas) expresaban una gran entereza principista, pero todos se sabían
aislados, algo profundo se había quebrado. La traición de la socialdemocracia
internacional hizo que se derrumbara toda la institucionalidad construida por
las organizaciones obreras europeas en 25 años de lucha, por eso son
“bancarrota” o “cadáver maloliente” las expresiones que usan Lenin y Luxemburgo
(3) para referirse a la socialdemocracia.
Ese momento dramático de aislamiento de los revolucionarios
marxistas, fue superado por una comprensión general de la dinámica de la
revolución mundial, todo el desarrollo de la teoría leninista de la crisis
revolucionaria, apuntaba al hecho que de la catástrofe de la guerra europea
surgirían las posibilidades revolucionarias, ese armado estratégico y la lucha
implacable de Lenin y los internacionalistas labró el futuro triunfo de la
revolución socialista de Octubre.
Esa mirada y claridad estratégica de Lenin, Trotsky,
Luxemburgo y Rakovski (4) son sin duda
impresionantes, pero también está claro ellos son parte una vigorosa tradición
cultural y política que construyó el marxismo europeo, ni Villa, ni Zapata
tenía esa tradición cuando intentaron su propia versión campesina del “asalto a
los cielos”.

Notas.
(1) En México, el ejido es una propiedad rural de uso colectivo, su
origen se remonta al periodo colonial y aún existente, es de gran importancia en la
vida e historia agraria mexicana.
(2) Lenin en un artículo del 9 de Abril de 1917, intitulado
“Dualidad de poderes” señalaba como características del Estado tipo Comuna: 1) la fuente de poder no es una ley previamente discutida y
promulgada por el parlamento, sino la iniciativa directa del pueblo desde
abajo, en sus áreas locales – “toma” directa, para usar la expresión actual; 2)
el reemplazo de la policía y el ejército -instituciones divorciadas del pueblo
y dispuestas contra el pueblo- por el armamento directo de todo el pueblo; el
orden bajo tal poder es mantenido por
los obreros y campesinos armados mismos, por el pueblo armado mismo;
3) los funcionarios, la burocracia, son igualmente reemplazados por el gobierno
directo del pueblo o al menos ubicados bajo control especial; ellos no sólo
serán funcionarios elegidos sino que también serán sujetos a remoción a la primera
demanda del pueblo; ellos son reducidos a la posición de simples agentes; de
grupo privilegiado con “empleos”
remunerados en una alta y burguesa escala, se convertirán en trabajadores de
una especial “rama del servicio”, cuyas remuneraciones no excederán el pago ordinario
de un obrero competente. Esto, y esto solo,
constituye la esencia de la Comuna de París como un tipo especial de Estado.”
(1961, 25)
(3) Rosa Luxemburgo (1871-1919): destacada dirigente del movimiento
marxista y adversaria del revisionismo y del oportunismo antes de la Primera
Guerra Mundial. Encarcelada en 1915, ayudó a fundar la Liga Espartaco y el
Partido Comunista Alemán. Ella y Karl Liebknecht fueron asesinados en enero de
1919 por orden de Gustav Noske, ministro de guerra socialdemócrata en el
gobierno Ebert-Scheidemann.
(4) Cristian
Rakovski (1873-1941): figura
dirigente del movimiento revolucionario en los Balcanes antes de la Revolución
Rusa. En 1918 fue nombrado presidente del Soviet de Ucrania y posteriormente fue
embajador en Londres y en París. Fue uno de les primeros dirigentes de la
Oposición de Izquierda rusa; en 1928 se lo deportó a Siberia, donde se enfermó,
se lo privó de toda atención médica y quedó aislado. En 1934 abandonó la lucha
contra el estalinismo, pero su capitulación no lo salvó. En 1938 fue uno de los
principales acusados en el tercer juicio de Moscú, donde lo condenaron a 20
años de prisión.
Bibliografía.
-Gilly, A. (2004) La revolución interrumpida. México:
Ediciones Era.
-Ramos, J. (1968) Historia de la Nación Latinoamericana.
Buenos Aires. CFE.
-Zapata, E. (1986) Manifiestos. México: Ediciones Antorcha.
-Lowy, M. (1978) El marxismo en América Latina. México:
Editorial Era.
-Marx, C. (1972) Materiales
para la historia de América Latina. Córdoba: Cuadernos de Pasado y
Presente.
-Lenin, V.I. (1961) Obras escogidas en tres tomos. Moscú
Progreso.
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